lunes, 27 de febrero de 2012

EL ABRIGO DE NASREDIN


Una noche que Nasredín volvía de su trabajo en el campo con la ropa sucia y enlodada, oyó cantar y reír, y comprendió que había una fiesta en los alrededores.
Ahora bien, entre nosotros, cuando hay una fiesta, todo el mundo puede participar en ella.
Entonces, Nasredín empujó la puerta de la casa y sonrió de felicidad: un rico olor a cuscús (comida árabe, preparada al hervir granos de sémola de trigo con miel.) se desprendía de la cocina. Pero no pudo ir más lejos: estaba tan mal vestido que lo echaron sin miramientos. Furioso, corrió hasta su casa, se puso su mejor abrigo y regreso a la fiesta. Esta vez,  lo acogieron, lo instalaron cómodamente y pusieron comida y bebida frente a él. Nasredín tomó entonces cuscús, salsa y vino, y comenzó a verterlos sobre su abrigo. Y decía: “¡Come, abrigo mío! ¡Bebe, abrigo mío!”
El hombre sentado a su lado le dijo:
-¿Qué haces, infeliz? ¿Te has vuelto loco?
-No, amigo –le respondió Nasredín-. En realidad, el invitado no soy yo; el invitado es mi abrigo.

No hay que angustiarse!

No hay comentarios:

Publicar un comentario

¿te gustó?
Deja tu bicho jugoso