Nasredín Hocha tenía ganas de aprender medicina. Fue
a ver al doctor más famoso de su ciudad y le comunico su deseo: “Llegas en buen
momento –le dijo el doctor-, voy a visitar a algunos enfermos; ven conmigo, así
podres aprender el oficio sobre el terreno.”
Nasredín acompaño al doctor a la casa del primer
enfermo. El doctor apenas miró al paciente y le dijo: “Tu caso es muy simple:
ya no comas tantas cerezas, tomate una infusión antes de dormir y mañana estarás
bien.”
Nasredín Hocha estaba lleno de admiración. En la
calle, no dejó de elogiarlo: “¡Ah!, maestro, ¡En verdad es usted un gran
doctor! ¿Cómo, sin tocar al enfermo, pudo adivinar que padecía? ”
“Es muy sencillo -le respondió-. Miré debajo de la cama y vi
que había una pila enorme de huesos de cereza. Por eso deduje que había comido
muchas.”
El Hocha se dijo que la medicina era más bien
sencilla y que él podía ejercerla a su vez. Se declaró doctor y, desde el mismo
día siguiente, fue a visitar a su primer paciente. Entró, miró debajo de la
cama y no vio más que las viejas babuchas (un calzado típico del mundo musulmán)
del enfermo: “Tu caso es sencillo, le dijo; ya no comas tantas babuchas, tomate
una infusión antes de dormir y mañana estarás completamente sano.”
No hay comentarios:
Publicar un comentario
¿te gustó?
Deja tu bicho jugoso